2006 - 2011

viernes, 16 de noviembre de 2007

Tu nacimiento


Naciste un mediodía lluvioso de Julio. Exactamente el mismo día que los médicos habían previsto. Diez minutos antes de las 12 de la noche del día pactado, rompí bolsa. En realidad, en un principio, no sabía a ciencia cierta si había roto bolsa o qué era lo que ma habia pasado. Me imagino que por esto pasan muchas madres primerizas.
Estaba con papá mirando una película, "La terminal" con Tom Hanks, cuando en un pequeño esfuerzo que hice, sentí que me hacía pis. Corrí al baño, pero por supuesto no llegué. Creo que mi negación o mi miedo a que hubiera llegado el momento hizo que me dijera a mi misma que simplemente no había podido llegar al baño, y así fue como me acosté de nuevo como si nada hubiera pasado. A los pocos minutos volví a sentir que estaba mojada, y entonces le dije a papá que creía que había roto bolsa.
Con la increíble calma que lo caracteriza me dijo que no pasaba nada, que me acueste, que trate de dormir porque de cualquier manera no tenía contracciones, y que en un par de horas íbamos al CEMIC. Qué ingenuo! Él pensaba que yo podía dormirme! Por supuesto, a la media hora le dije que quería irme a la clínica, por lo menos para asegurarme de que no era el momento. Hicimos el bolso, llamamos un taxi, y salimos para el Cemic.
(Dejo aclarado que ya teníamos el auto, pero como tu tío Gus estaba en Buenos Aires, lo tenía él).

Yo ya te esperaba ansiosa. Dos días antes, mientras almorzábamos en un restaurante con el tío Gus que había venido de visita de españa, llamaron unos amigos para contarnos que Luz, que debía venir al mundo unas semanas después, había nacido. Sinceramente, me morí de la envidia, porque no veía la hora de conocerte.
Nos fuimos a plaza Las Heras a llevar a tu primo Tomy a pasear, y no paré de correr y jugar al fútbol con él con tal de que se apuraran las cosas. Mi mamá me había contado muchas veces que yo había nacido después de que ella tuvo que fregar todo el departamento que se le había inundado, y que de tanto esfuerzo, al día siguiente nací yo. Así que con esa idea, ese sábado hice lo mismo. Pero nada.
El domingo a la tarde nos fuimos al cumple de Lucila. Mi panza ya no cabía en ningún lado, pero a pesar de eso, comí alrededor de diez arrolladitos de dulce de leche que hizo la mamá de ella. Y eso ayudó más que la corrida y el fútbol, porque fue esa noche cuando la bolsa se rompió y trece horas después, viste la luz.

Al parecer estabas muy cómoda en la panza de mamá, porque costó que salieras. Estuve en la guardia del CEMIC un par de horas, porque no había camas, mientras esperaban que empiecen las contracciones. Papá esperaba sentado en una incómoda silla al lado mío, aburrido porque yo me dormía, así que él jugaba al solitario con su lindo (y caro) celular.

No voy a entrar en detalles de todo el proceso en la sala de pre-parto, que fue largo y tedioso. Finalmente, alrededor de las 13hs me llevaron a sala de partos. Había tanta gente que ya ni me acuerdo, pero sí te puedo decir que estaban: papá (obvio), el anestesista al cual le rogaba que me ponga más perdidural porque se me había ido el efecto (cero bola), la partera que me clavaba los codos en la panza, y todo un batallón de gente que gritaba: "pujá ahora, ahora no, pujá de nuevo". Y yo que no daba más. Lo que más me dolía eran las rodillas, que me las hacían abrir tanto que sentía que se me iban a romper. Nunca fui mjuy elástica.
Finalmente, escuché a la partera decir "un pujo más o vamos a cesárea", y así, con la ayuda de unos horrorosos y temibles fórceps, llegaste al mundo.
Te apoyaron sobre mi pecho, y con toda sinceridad, no supe qué hacer. Lo miré a papá, te miré a vos, y no omití palabra, raro en mí. Y así comenzó esta increíble y feliz nueva etapa de mi vida.

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Primer Año Cami